Los espacios verdes de las ciudades se han considerado tradicionalmente como un elemento dotacional, generalmente relegado a las zonas de menor valor económico y urbanístico. La puesta en valor del espacio verde, entendido de manera multifuncional, supone una nueva visión de estos espacios como vertebradores de los beneficios ecosistémicos, la sostenibilidad y biodiversidad de las ciudades, conformándose como una infraestructura en sí misma, cuyo alcance va más allá de los servicios meramente visuales, paisajísticos o de ocio.
La potenciación de la infraestructura verde en las grandes ciudades propicia políticas, iniciativas y contenidos de atención y desarrollo en la Unión Europea, como las definidas en la Estrategia por la Biodiversidad 2020, y las promovidas por las Naciones Unidas, Metas de Aichi para la Biodiversidad (que forman parte del Plan Estratégico para la Diversidad Biológica 2011- 2020), las Agendas 21, etc. Todas ellas han propiciado la puesta en marcha en estos últimos años de multitud de planes, proyectos y acciones en regiones, territorios y de forma significativa en ciudades, encaminados a la preservación y puesta en valor de los ecosistemas naturales y su accesibilidad desde la trama urbana.
En esta nueva visión holística de la infraestructura verde, que se viene implantando paulatinamente en las grandes urbes modernas, la malla formada está compuesta por un conjunto amplio y complejo de elementos naturales y seminaturales que adquiere relevante importancia frente a la infraestructura gris de la ciudad. Este cambio de paradigma se hace necesario en la ciudad de Madrid, materializándose en el presente Plan Estratégico, que aúna las zonas verdes, el arbolado y la biodiversidad de la capital en una moderna infraestructura verde con la finalidad de incrementar, proteger, dar valor, acercar y planificar la naturaleza en su entramado urbano y establecer sus relaciones con el ciudadano.
La potenciación de la infraestructura verde en las grandes ciudades propicia políticas, iniciativas y contenidos de atención y desarrollo en la Unión Europea, como las definidas en la Estrategia por la Biodiversidad 2020, y las promovidas por las Naciones Unidas, Metas de Aichi para la Biodiversidad (que forman parte del Plan Estratégico para la Diversidad Biológica 2011- 2020), las Agendas 21, etc. Todas ellas han propiciado la puesta en marcha en estos últimos años de multitud de planes, proyectos y acciones en regiones, territorios y de forma significativa en ciudades, encaminados a la preservación y puesta en valor de los ecosistemas naturales y su accesibilidad desde la trama urbana. En esta nueva visión holística de la infraestructura verde, que se viene implantando paulatinamente en las grandes urbes modernas, la malla formada está compuesta por un conjunto amplio y complejo de elementos naturales y seminaturales que adquiere relevante importancia frente a la infraestructura gris de la ciudad.
La infraestructura verde adquiere una nueva dimensión, en un amplio sentido de red imbricada en la ciudad, que comprende todos los elementos naturales presentes. Alcanza toda la vegetación, en su parte aérea y radicular, tanto arbórea como los matorrales o herbáceas y céspedes, la vida animal, los hongos, líquenes o el suelo, entendido como un complejo hábitat imprescindible para el sustento de la vida aérea. Asimismo, contiene el agua en todas sus representaciones, los cursos de agua, cauces originarios, estanques y láminas de agua, al albergar ecosistemas singulares de ineludible protección.
En sentido amplio, esta infraestructura verde no se circunscribe a los límites administrativos de la ciudad, dado que se trata de un ecosistema natural que se interrelaciona con el exterior. Ello obliga a considerar, estudiar y fomentar dentro de esta red urbana la accesibilidad de los 9 elementos del hábitat inmediato en ambos sentidos, desde los entornos forestales al interior de la ciudad y al contrario.
(Del Plan director de la Infraestructura Verde del Ayuntamiento de Madrid)