EL PAPEL DE LOS BOSQUES URBANOS EN LA NUEVA AGENDA URBANA Y LOS ODS
La Nueva Agenda Urbana y los ODS, en particular el ODS 11, resaltan la importancia de los espacios verdes para mejorar el nivel de vida en las ciudades, aumentar la cohesión de la comunidad, mejorar el bienestar y la salud humanos y garantizar el desarrollo sostenible, y el texto de dicha Agenda se hace eco de la redacción de los ODS. De esta manera, los países se comprometen a la promoción de espacios públicos seguros, inclusivos, accesibles, verdes y de gran calidad (ODS 11) que cumplan con los siguientes requisitos:
• proporcionen a los habitantes urbanos áreas multifuncionales diseñadas para la interacción y la inclusión sociales (ODS 10 y 11);
• contribuyan a la salud y el bienestar humanos (ODS 3);
• promuevan el intercambio económico, la expresión cultural y el diálogo entre una amplia diversidad de personas y culturas (ODS 8);
• estén diseñados y gestionados para garantizar el desarrollo humano y construir sociedades pacíficas, inclusivas y participativas (ODS 10 y 16), así como para promover la convivencia, la conectividad y la inclusión social.
Bosques urbanos, cohesión social y salud humana.
Con una adecuada gestión y planificación, los bosques urbanos y periurbanos —definidos como «redes o sistemas que comprenden todos los montes, grupos de árboles y árboles individuales ubicados en las zonas urbanas y sus alrededores» (FAO, 2016)— pueden hacer valiosos aportes a la calidad de los espacios verdes urbanos.
Existe evidencia de una relación inversa entre la cubierta de las copas de los árboles y las tasas de criminalidad. Los espacios verdes aumentan la cohesión social y brindan beneficios de salud documentados.
La Nueva Agenda Urbana trata estos puntos clave en los párrafos 13b, 13h, 14c, 37, 38, 51, 53, 65, 67, 71, 100 y 109. Unasylva 250, Vol. 69, 2018/1 6 observó una fuerte asociación inversa entre los índices de criminalidad y la cubierta forestal (tras ajustar muchos factores de desviación); esta asociación se evidenció tanto en los terrenos públicos como privados, pero fue más fuerte en el caso de los terrenos públicos a los que todos tenían acceso (Troy, Grove y O’Neil-Dunnea, 2012).
Un estudio sobre la eficacia colectiva de diversas características urbanas permitió concluir que los parques se consideran bienes de la comunidad. En tal sentido, reúnen a las personas de las zonas aledañas en lugares comunes para participar en actividades recreativas en momentos en que esas personas tienen más probabilidades de estar abiertas a lo que ven a su alrededor y ser más receptivas a los demás porque se recrean juntas y comparten espacios comunes (Cohen, Inagami y Finch, 2008).
En otro estudio realizado en los Países Bajos (Maas et al., 2009) se constató, tras ajustar características socioeconómicas y demográficas, que la existencia de menos espacio verde en el ambiente donde viven las personas coincidía con sentimientos de soledad y con una percepción de carencia de soporte social. En términos generales, la información recabada a través de entrevistas demostró que las personas con más espacio verde en su entorno de vida se sentían más saludables, habían experimentado menos problemas de salud en los 14 días anteriores y se autoevaluaban con una menor propensión de morbilidad psiquiátrica que aquellos con menos acceso a áreas verdes. El estudio también permitió determinar que la relación entre el espacio verde y los indicadores de salud era más fuerte y más congruente en los casos donde el porcentaje de espacio verde se encontraba dentro de un radio de 1 km del hogar de las personas.
En un informe de The Nature Conservancy (2017) se consignó que, dados los crecientes beneficios bien documentados de los bosques urbanos y periurbanos para la salud humana, «existe un fuerte fundamento comercial para invertir más en árboles urbanos»; por lo tanto, «el sector de la salud (ya sean instituciones públicas o privadas) podría proporcionar algunos recursos financieros que contribuyan parcialmente a pagar las actividades del sector de silvicultura urbana».